Cuando tienes un hijo prematuro la vida se para al mismo tiempo que se acelera a un ritmo vertiginoso. Es una de las muchas paradojas a las que se enfrentan los padres de niños nacidos antes de tiempo. El trabajo no espera, los otros hijos que dejas en casa no esperan, todo sigue su curso mientras las horas se alargan al pie de la incubadora. La incertidumbre y el miedo hacen que los días se estiren como un chicle pegajoso que te atrapa y angustia.
Si a esto se suma el hecho de tener al bebé hospitalizado a kilómetros de tu casa todo se complica. Hay que buscar alojamiento, hay que comer fuera a diario, hay que pagar desplazamientos, hay incluso que dormir en el coche para estar cerca del hospital y eso no ayuda a los padres a estar en las mejores condiciones para continuar con la batalla.
Los hermanos mayores echan de menos a sus padres. No entienden qué está pasando y demandan atención, demandan abrazos y demandan un espacio más allá del hall del hospital o de las sillas de la cafetería.
Para ayudar a afrontar situaciones de este tipo la Fundación Ronald McDonald ha puesto en marcha en el hospital La Paz de Madrid y en el Vall d´Hebron sendas salas familiares que se convierten en un oasis en el que tomar impulso para continuar la carrera. Estos espacios vienen a sumarse a los 257 que hay repartidos en 28 países.
La sala de Barcelona es la más grande puesta en marcha hasta el momento en Europa. Con 350 metros cuadrados ha supuesto una inversión de 500.000 euros y dispone de cocina, comedor, duchas, taquillas, salas de descanso, zona de estar con televisión, área de lectura, zona de actividades y juego para los hermanos de los niños ingresados e incluso sala de lactancia y conexión a internet.
En este espacio desaparece el olor a antiséptico del hospital, se relaja la iluminación, no suenan alarmas. Los tiempos se acompasan, los de dentro y los de fuera de la UCI. La vida se reordena para quienes no volverán a ver igual una hamburguesa.