Polluelos sin nido. La llegada del prematuro

Puede que durante tu embarazo hayas oído hablar de aquello de la preparación del nido. Hay mujeres a las que les da por fregar la cocina de arriba a abajo con un barrigón que no les deja ni verse los pies. A otras les da por ordenar la casa. Otras preparan el ajuar del bebé y la habitación…. En definitiva no se trata más que de ponerlo todo a punto para la llegada del recién nacido.

En mi caso no me dio por lo de la cocina en ninguno de los dos embarazos. (Creo que harían falta algo más que gemelas para que yo me ponga gustosamente a fregar el alicatado). Pero sí es verdad que de mi primera hija disfruté enormemente lavando su ropita con detergente especial para bebés, eligiendo el vinilo perfecto para su habitación. Estudiando cual era el mejor cambiador del mundo mundial, repasando una y otra vez la lista de cosas que llevar al hospital…. En definitiva, de todas esas “tonterías” que se hacen cuando eres primeriza.

Y digo tonterías entre comillas porque, al menos para mí, son y no son tan tontas.

Está claro que tu hijo sobrevivirá en este mundo aunque laves su ropa con detergente de marca blanca. La habitación no la ocupará hasta que por lo menos pasen dos años y al final nunca usarás el cambiador porque te pillará más a mano el sofá. Pero… No es tanto lo que haces si no el trasfondo de por qué lo haces.

Aunque no soy nada fan del Principito (eso merece capítulo a parte) Hay una frase en él que viene al pelo para lo que pretendo explicar. Dice: “Si vienes por ejemplo a las 4 de la tarde empezaré a ser feliz a las 3”. Está claro que nazca cuando nazca tu hijo, ya sea a las 29 semanas o a las 42, desde el momento en el que te confirman que estás embarazada ya empiezas a ser feliz. Eso es indudable.

Pero, ¿qué pasa cuando la llegada es repentina. Cuando te encuentras en el hospital de repente sin ropa ni siquiera para cambiarte tú. Cuando te anuncian que te van a dar el alta y tu marido tiene que salir pitando a buscar el Moisés, las sábanas o el carro. Cuando no encuentras ropa que ponerles para volver a casa porque no hay prendas tan pequeñas en la tienda que hay frente al hospital?

Pues pasa, o al menos a mí me pasó, que sientes que te han robado algo. Cuando vuelves a casa, te instalas con tus criaturas y se instaura la “normalidad” te da el bajonazo al darte cuenta de que te han privado de tu ritual de bienvenida. Te han arrebatado no solo la alegría de parir a tu hijo, si no también todo el proceso mental que acompaña al que debería de haber sido el momento más feliz de tu vida.

Nada ha sido como debería ser. No has tenido a tu hijo contigo hasta horas después (con mucha suerte). Te felicitan por la llegada del bebé cuando tu en realidad casi ni eres consciente de lo que está pasando. Te han abierto en canal, te han enseñado a una criatura minúscula de refilón, te duele hasta el más mínimo movimiento en la cama, no sabes lo que te espera cuando lleguen los pediatras… Pero aún así te están felicitando.

Volviendo al símil del Principito, está claro que si alguien a quién esperas con todo tu corazón se presenta en tu casa sin avisar lo vas a recibir con los brazos abiertos aunque sea con el mantel arrugado y las sobras de ayer como menú. Pero, ¿No te habría gustado sacar tu mejor vajilla y lucirte en la cocina?

En fin. Quizás sean solo paranoias mías. Quizás este revoltijo de sentimientos solo me arrasara a mí. Pero bueno, ahí lo dejo por si alguien más se siente igual que no piense que está tan loca como parece. O al menos que no es la única loca en esta aventura de la prematuridad. Ya se sabe… Mal de muchos…

Quizás también esta reflexión ayude a las personas que están al rededor de unos padres prematuros a entender como se sienten o quizás anime a aquellos que esperan un bebé a disfrutar de cada momento insignificante, de cada ecografía, de cada paseo, de cada clase de yoga o de cada charla de preparación al parto.

Y sí, es cierto. Después de todo lo pasado, de las horas de incubadora, de las operaciones, de la incertidumbre… ¿Qué importancia tiene como estén las sábanas de la cuna? Toda y ninguna. Así de ambigua es la llegada de un hijo antes de tiempo.

2 comentarios en “Polluelos sin nido. La llegada del prematuro”

  1. Tienes toda la razón, no has podido describirlo mejor. Es una mezcla de sentimientos que solo el que ha pasado por eso puede saber lo que es… De repente todo se te da la vuelta, nada es como esperabas, sientes la alegría de dar a luz, pero a la vez la tristeza de no poder controlar la situación, la incertidumbre se apodera de tí, qué duro es irte a casa cada día con el miedo a escuchar el teléfono de madrugada… Y cuando por fin todo termina, cuando ya vuelves a casa con el bebé… Das gracias por lo afortunados que sois, pero es entonces cuando más añoras no haber podido disfrutar de tu embarazo, de tu dulce espera, de los preparativos , porque aunque parezca una tontería no lo es.

    1. Así es. Las tonterías, los detalles del día a día son los que contribuyen también a la felicidad de grandes momentos. Todo pasa, y al final lo importante es tener a tu bebé sano contigo, pero nadie te quita la sensación de vacío de no haber podido disfrutar de su llegada.

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