Pequeños guerreros

Un padre de prematuro será padre de prematuro toda la vida. Aunque el bebé tenga bigote y 40 años será imposible olvidar la incertidumbre a pie de incubadora, los pinchazos y vías que duelen más en piel ajena que en la propia, los pitidos de la UCI… Ese pellizco en el estómago que hace contener la respiración cuando el termómetro pasa de 37, cuando la tos no le deja dormir o cuando toca vacuna es más intenso aún para aquellos padres que empezaron su aventura antes de tiempo.

Nuestras gemelas nacieron hace ya 18 meses y gracias a Dios y a los profesionales del hospital Materno Infantil de Málaga evolucionan más que favorablemente. Sin secuelas y con un desarrollo adecuado para la edad que les corresponde, ya sea cronológica o corregida. Sin lugar a dudas somos más que afortunados.

En este tiempo han sido, literalmente, el centro de nuestra existencia. Lunes y miércoles hidroterapia, viernes atención temprana, y por medio incontables revisiones en el hospital que se han ido espaciando con el paso de los meses al igual que nuestros ataques de ansiedad.

Y es que para el padre de un prematuro una tos es (en su mente) una potencial neumonía, un estreñimiento una obstrucción intestinal y unas décimas una terrible infección. Somos así.

Al principio vivíamos pendientes de una libreta en nuestra mesilla de noche en la que íbamos apuntando absolutamente todo. Desde la medicación que les tocaba a la cantidad de leche que tomaban, si era artificial o materna, si habían hecho pipí o caca, la temperatura medida varias veces al día…

Poco a poco las notas eran cada vez menos y más desordenadas hasta que llegó un momento en el que nos atrevimos a cerrar el cuaderno y a poner el piloto automático. Ellas iban bien y nosotros superando lo que habíamos pasado tras 51 días de UCI. Una experiencia que te marca para siempre y que debes aprender a asimilar por tu salud mental, por el bien de la pareja y por supuesto por el de tus hijos.

Es tentador sobreproteger. ¡Que no les dé ni el aire! Pero el miedo solo te hace esclavo del dolor y a ellos criaturas inseguras. No se lo merecen. Estos guerreros que supieron plantarle cara a la vida y a la muerte deben crecer como lo que son: personas fuertes y valientes, claros ejemplos de tenacidad y ganas de vivir, así que en algún momento hay que guardar los botes de desinfectante, el esterilizador y el termómetro para acompañarles sin cortar las alas aunque por dentro desearías forrar el mundo de goma EVA para ellos.

En estos 18 meses hemos vivido las primeras navidades, los primeros Reyes, los primeros días de playa, los primeros paseos en columpio, los primeros pasos y las primeras carcajadas. Todo como cualquier otro padre solo que pensando siempre de manera inevitable aquello de: Parece mentira, con lo chiquitillas que eran.

Atrás quedan las luchas con la cuchara y las batallas para que se acaben el biberón. Todo llega. Parece que nunca tolerarán el sólido y de repente se están comiendo un plátano a bocados. Solo necesitan tiempo. Algo más de tiempo de lo normal, el tiempo que se les robó al nacer, pero al fin y al cabo ¿qué prisa hay? Tienen toda la vida para masticar.

Es increíble lo relativo que es todo y lo diferente que te enseñan a encarar el día a día unos pocos gramos de persona. Qué poca importancia tienen ahora los problemas en el trabajo, las discusiones estúpidas, la avería del coche o el recibo del IBI. Qué diferente se vive todo cuando das la espalda a la incubadora.

Las cicatrices están ahí: la de la cesárea en tu vientre, la de las vías en sus manos, las de la operación en su pierna y las del alma en tu corazón pero gracias a esas cicatrices la vida se abre camino. Son los tatuajes de nuestra historia, la que hoy os cuento con la esperanza de que sirva de algo para alguien. Porque mal de muchos… ya se sabe.

Por lo demás solo me queda desear fuerza a los que ahora mismo están librando la batalla más importante de sus vidas, a los que tienen entre sus manos un cuerpo minúsculo y a los que se han despedido, contra natura, antes de tiempo. Y agradecer, también me queda agradecer infinitamente la labor de enfermeros, pediatras, y demás profesionales que obran milagros a diario sin que nadie les rece plegarias ni los suba a los altares. ¿Será por ellos por los que la calle en la que se encuentra el materno de Málaga se llama Arroyo de los Ángeles?

Publicado originalmente en https://clubdemalasmadres.com/dia-mudial-ninos-prematuros/